Historia
En sentido estricto Alemania no existe como Estado hasta 1871. Así se incluye también la historia previa: lo que sucedió en los territorios que luego formaron parte de ese Estado antes de que existiera.
Prehistoria y antigüedad
Se cree que la etnogénesis de las tribus germánicas se produjo durante la Edad de Bronce nórdica, o, como muy tarde, durante la Edad de Hierro prerromana. Desde el sur de Escandinavia y el norte de Alemania, las tribus comenzaron su expansión al sur, este y oeste en el siglo I a. C., entrando en contacto con las tribus celtas de la Galia, así como Irán, el Báltico, y las tribus eslavas del Este de Europa. Poco se conoce sobre la historia temprana de los pueblos germánicos, excepto lo que se sabe a través de sus interacciones con el Imperio romano y los registros de hallazgos arqueológicos.
Durante el reinado de César Augusto, los pueblos germánicos se familiarizaron con las tácticas de guerra romanas, manteniendo al mismo tiempo su identidad tribal. En 9 d. C., tres legiones romanas dirigidas por Varo fueron aniquiladas por los queruscos y su jefe Arminio en la batalla del bosque de Teutoburgo. Por lo tanto, la Alemania moderna, por lo que respecta al Rin y el Danubio, se mantuvo fuera del Imperio romano. En la época de Tácito, tribus germánicas se establecieron a lo largo del Rin y el Danubio, ocupando la mayor parte de la zona moderna de Alemania. El siglo III vio el surgimiento de un gran número de tribus germánicas del Oeste: alamanes, catos, francos, frisones, sajones y turingios. En ese momento estos pueblos emprendieron el periodo de las grandes migraciones (o invasiones bárbaras, desde el punto de vista del Imperio romano) que se extendió por varios siglos.
Sacro Imperio Romano Germánico (962-1806)
El imperio medieval se derivaba de una división del Imperio carolingio en 843, fundado por Carlomagno en 800, y existió en diferentes formas, hasta 1806; su territorio se extendía desde el río Eider en el norte hasta la costa mediterránea en el sur.
Bajo el reinado de la dinastía sajona (919-1024), los ducados de Lorena, Sajonia, Franconia, Suabia, Turingia y Baviera se consolidaron, y el rey alemán Otón I fue coronado emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, que abarcaba estas regiones, en 962. Bajo el reinado de la dinastía salia (1024-1125), el Sacro Imperio Romano Germánico (962-1806) absorbió el norte de Italia y Borgoña, aunque los emperadores perdieron el poder en la Querella de las Investiduras. Bajo los emperadores Hohenstaufen (1138-1254), los príncipes alemanes aumentaron su influencia hacia el sur y el este, en los territorios habitados por los eslavos. En el norte alemán surgieron ciudades prósperas como las de la Liga Hanseática.
El edicto de la Bula de Oro de 1356 fue la constitución básica del imperio que duró hasta su disolución. Se codificó la elección del emperador por siete príncipes electores. A partir del siglo XV, los emperadores fueron elegidos casi exclusivamente entre los provenientes de la Casa de Habsburgo.
Martín Lutero escribió Las 95 tesis en 1517, en las que cuestionó a la Iglesia católica, lo que originó la Reforma Protestante. La Iglesia luterana fue reconocida como la representante de la nueva religión oficial en muchos estados alemanes a partir de 1530. El conflicto religioso resultante condujo a la guerra de los Treinta Años (1618-1648), que devastó el territorio alemán. Como consecuencia de la contienda, la población de los estados alemanes se redujo en un 30 %. La Paz de Westfalia (1648) terminó la guerra religiosa entre los estados alemanes, pero el imperio de facto se dividió en numerosos principados independientes. Desde 1740 en adelante, la rivalidad entre la monarquía Habsburgo de Austria y el Reino de Prusia dominó la historia alemana. En 1806, el Imperio fue invadido y disuelto como consecuencia de las guerras napoleónicas.
Restauración y revolución (1814-1871)
Tras abdicar el último monarca del Sacro Imperio Romano Germánico, empezó, en los antiguos estados que lo componían, una dispar búsqueda por crear un estado nacional alemán unificado. La cuestión territorial se debatía entre la creación de una «gran Alemania», que incluyese los territorios germanófonos austriacos o una «pequeña Alemania», formada exclusivamente por otros estados. A esta disyuntiva se sumaba la cuestión institucional sobre el reparto de poder entre el pueblo y la corona.
La cuestión se planteó de manera concreta tras la caída del Primer Imperio francés. Napoleón, el emperador de los franceses, fue derrotado, pero el hecho de terminar con la dominación extranjera no les reportó a los alemanes una Alemania unida dentro de la Confederación Germánica, implantada en 1815.
En marzo de 1848, la revolución estalló en Alemania. Convertir a Alemania en un estado nacional e institucional suponía tener que definir qué pertenecía a Alemania. El primer Parlamento libremente elegido, en Fráncfort del Meno, descubrió que no era posible forzar el establecimiento de un estado nacional pangermánico, con inclusión de Austria. Este hecho planteó la solución de la «pequeña Alemania», en la forma de un imperio bajo la hegemonía del Reino de Prusia.
El parlamento exigió que, como emperador alemán, el rey de Prusia tendría que renunciar a su carácter divino y concebirse a sí mismo como ejecutor de la voluntad del pueblo, exigencia que el monarca rechazó en 1849, impidiendo de esta forma que se realizara la unificación alemana.
En la década de 1860 el canciller Otto von Bismarck favoreció en Prusia al ejecutivo contra el Parlamento. La cuestión del poder político externo se resolvió con la guerra de las Siete Semanas en 1866, en el sentido de la «pequeña Alemania».
Imperio alemán (1871-1918)
Alemania fue unificada como un moderno estado-nación en 1871, cuando se forjó el Imperio alemán, con el Reino de Prusia como su principal constituyente. Después de la derrota francesa en la Guerra franco-prusiana, el Imperio alemán (Deutsches Kaiserreich) fue proclamado en Versalles el 18 de enero de 1871. La dinastía Hohenzollern de Prusia lideró el nuevo imperio, cuya capital se estableció en Berlín. El imperio fue una unificación de las partes dispersas de Alemania, excepto Austria (Kleindeutschland, o «pequeña Alemania»). A partir de 1884, Alemania inició el establecimiento de varias colonias fuera de Europa.
En el período posterior a la unificación de Alemania, el emperador Guillermo I orientó la política exterior garantizando la posición de Alemania como una gran nación al forjar alianzas para aislar a Francia por la vía diplomática, y evitar la guerra. Sin embargo, durante el reinado de Guillermo II, Alemania, al igual que otras potencias europeas, dio un curso imperialista que provocó fricciones con los países vecinos. La mayoría de alianzas en las que Alemania había estado previamente implicada no se renovaron, y nuevas alianzas excluyeron al país. En concreto, Francia estableció nuevas relaciones mediante la firma de la entente cordiale con el Reino Unido y la obtención de vínculos con el Imperio ruso. Aparte de sus contactos con el Imperio austrohúngaro, Alemania se vio cada vez más aislada.
En la Conferencia de Berlín, Alemania se unió a otras potencias europeas para reclamar su parte de África. Alemania obtuvo la propiedad sobre varios territorios africanos en la parte este, sudoeste, Camerún y Togolandia. La lucha por África causó tensiones entre las grandes potencias que pueden haber contribuido a crear las condiciones que llevaron a la Primera Guerra Mundial.
El atentado de Sarajevo (1914) en el que murió el heredero de la Corona del Imperio austrohúngaro, desencadenó la Primera Guerra Mundial. Alemania, como parte de las Potencias Centrales, sufrió la derrota contra las Potencias Aliadas en uno de los conflictos más sangrientos de todos los tiempos. La Revolución de Noviembre estalló en 1918, y el emperador Guillermo II abdicó. Un armisticio que ponía fin a la guerra se firmó el 11 de noviembre y Alemania se vio obligada a firmar el Tratado de Versalles de 1919. En su negociación fueron excluidas las Potencias derrotadas en contradicción con la diplomacia tradicional de la posguerra. El tratado fue percibido en Alemania como una humillante continuación de la guerra por otros medios y su dureza se cita a menudo como un factor que facilitó el posterior ascenso del nazismo en el país. Hoy, la dinastía Hohenzollern permanece destronada, pero el príncipe imperial Jorge Federico de Prusia es el heredero de los káiseres. Los Hohenzollern son herederos de los electores de Brandenburgo, los reyes de Prusia y los káiseres de Alemania.
República de Weimar (1919-1933)
La adversidad económica, debida tanto a las condiciones de la paz como a la gran depresión mundial, es considerada una de las causas que provocaron el respaldo por parte de los líderes de opinión y los votantes alemanes hacia los partidos antidemocráticos. Aunado a esto, durante la guerra y hasta su fin se había mantenido a la sociedad alemana con la idea de que la victoria era casi segura y la falta de una invasión alimentó la teoría (Dolchstoßlegende) de que fueron las fuerzas democráticas (y comunistas, así como los judíos) las que traicionaron a la patria y provocaron la derrota.
En las elecciones extraordinarias de julio y noviembre de 1932, el Partido Nacional-Socialista Alemán de los Trabajadores (NSDAP, «partido nazi») obtuvo 37,3 % y 33,0 % de los votos, respectivamente. La inestabilidad política y la imposibilidad de crear un gobierno firme obligó a que el presidente del gobierno tuviera que nombrar al canciller (Präsidialkanzler), algo que de origen era tarea del parlamento. El 30 de enero de 1933, por presión del NSDAP, el presidente (jefe de Estado) Paul von Hindenburg (canciller durante la Primera Guerra) nombró canciller (jefe de gobierno) al líder del NSDAP, Adolf Hitler.
Alemania Nacional Socialista (1933-1945)
Tras la muerte de Hindenburg se nombró a Adolf Hitler jefe de Estado, lo que marcó el principio de la Alemania Nazi. El 27 de febrero de 1933, el Reichstag fue incendiado. Algunos derechos democráticos fundamentales fueron derogados posteriormente en virtud de un decreto de emergencia. Una Ley de Hitler dio al gobierno el pleno poder legislativo. Solo el Partido Socialdemócrata de Alemania votó en contra de ella; los comunistas no pudieron presentar oposición, ya que sus diputados habían sido asesinados o encarcelados. Un estado totalitario centralizado fue establecido por una serie de iniciativas y decretos, haciendo de Alemania un Estado de partido único. Las obras públicas y el equilibrio entre ingresos y gastos del estado disminuyeron el gran paro que existía, y el resto de los desempleados encontró ocupación en las nacientes industrias de guerra.
En 1936 las tropas alemanas entraron en la Renania desmilitarizada, y el primer ministro británico Neville Chamberlain impulsó su política de apaciguamiento que concluyó cuando cesó en el cargo. La política de Hitler de anexionar tierras vecinas para hacerse con Lebensraum ('espacio vital') que incluyó a Austria y a Checoslovaquia —anexionándose la parte checa y estableciendo un gobierno títere en Eslovaquia,—llevó al estallido de la Segunda Guerra Mundial el 1 de septiembre de 1939, cuando atacó Polonia, en ese momento, Reino Unido y Francia declararon la guerra a Alemania. Inicialmente Alemania obtuvo éxitos militares rápidamente (de ahí el término Blitzkrieg: ‘guerra relámpago’) y consiguió el control sobre los Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, norte y oeste de Francia y posteriormente sobre Dinamarca, Noruega, Yugoslavia y Grecia en Europa, y Túnez y Libia en el norte de África. Además tenía como aliados firmes al Imperio de Japón (quien hacía su propia invasión por Asia y Oceanía) e Italia (que ya había invadido Albania, Etiopía, controlaba Libia junto con los alemanes y atacaba Malta y el Egipto Británico). Sus aliados, más bien estados satélite, fueron el Gobierno de Vichy (la parte francesa del sur controlada por el mariscal Petáin y algunas de las colonias africanas y asiáticas: Marruecos, Siria), Finlandia, Eslovaquia, Croacia, Hungría, Rumanía y Bulgaria.
Otros Estados tenían que colaborar con los alemanes para que no hubiese represalias y no fuesen invadidos, así que su neutralidad estaba claramente manifiesta. Evidentemente, al estar rodeados por territorios alemanes no les quedaban muchas opciones. Estos Estados fueron Suecia, Andorra, Mónaco, Suiza, Liechtenstein, San Marino y Turquía; la misma posición adoptó la Santa Sede. En el verano de 1941 un ejército de más de tres millones de hombres invadió la Unión Soviética, rompiendo el tratado de no agresión firmado dos años antes. Hubo tres ejércitos que se dirigieron, uno dirección Leningrado, otro a Moscú y el otro a Ucrania; este llegó hasta Stalingrado y los campos petrolíferos de Maykop y Grozni. Los alemanes fueron apoyados con ingentes tropas de Finlandia, Bulgaria, Italia, Rumanía, Hungría y España entre otros. Finalmente, la invicta alemana fue detenida en la batalla de Inglaterra, durante la cual la Luftwaffe fue derrotada por la RAF. El ataque a la Unión Soviética en 1941 demostró que el ejército nazi era insuficiente para abarcar un territorio de esas dimensiones. Sus fracasos en las campañas rusas de 1941 (llegar a Moscú y cortar los suministros procedentes de Siberia) y 1942 (llegar al mar Caspio para hacerse con el petróleo), así como el ingreso de los Estados Unidos (en diciembre de 1941) en el conflicto, dieron un giro que llevó a la destrucción del país bajo los bombardeos perpetrados por los aliados, que solamente se detuvieron tras la capitulación del régimen nazi el 8 de mayo de 1945.
En lo que más tarde llegó a ser conocido como el Holocausto, el régimen Nazi promulgó políticas gubernamentales para avasallar a varios sectores de la sociedad: judíos, comunistas, gitanos, homosexuales, francmasones, disidentes políticos, sacerdotes, predicadores, opositores religiosos y las personas con discapacidad, entre otros. Durante la época nazi, unos once millones de personas fueron asesinadas metódicamente por el Holocausto. La Segunda Guerra Mundial y el genocidio nazi fueron responsables de alrededor de cincuenta millones de muertos, entre ellos seis millones de judíos y un número semejante de rusos[cita requerida] y tres millones de polacos.
División y reunificación
Alemania perdió parte considerable de su territorio, que además fue ocupado y dividido entre los aliados durante más de 45 años. Se estima que entre 12 y 14 millones de alemanes étnicos y sus descendientes fueron desplazados de las antiguas posesiones del Imperio. En 1949, tras aprobarse en el oeste una nueva Constitución, se creó la República Federal de Alemania (RFA), que al cabo de pocos años recobraría parte de su soberanía, incluyendo la capacidad de mantener un ejército, y pasaría a integrarse, en occidente, como miembro de las Comunidades Europeas y de la OTAN. Por su parte, la República Democrática Alemana (constituida en 1949 como respuesta a la fundación de la RFA) entraría desde un primer momento a formar parte del Pacto de Varsovia y el bloque soviético.
De esta forma, encarnó la situación que se vivía a nivel mundial en el marco de la Guerra Fría. Berlín, la antigua capital imperial, fue dividida en dos bloques. La parte oriental de la ciudad, bajo control comunista, construye un muro para evitar el contacto y la huida de su población hacia la parte occidental, fenómeno que se había intensificado a lo largo de la década de los años 50, como consecuencia del Milagro económico alemán.
La tibia persecución de los criminales del régimen nazi provocó el rechazo, por parte de las nuevas generaciones de la RFA, lo que contribuyó al estallido de las protestas de 1968. La RDA, en cambio, se veía a sí misma como un nuevo estado, creado por los combatientes antifascistas y de ningún modo asociado al régimen nazi. Por esa razón, y por temor a desatar discusiones políticas que pusieran en peligro la supremacía del partido único, no se llevó a cabo una reflexión amplia sobre lo sucedido durante la guerra. Esta falta de autocrítica ha determinado que la mayoría de los actos de xenofobia en la actualidad ocurran en la antigua RDA.
Tras una historia de incidentes y desencuentros entre los dos estados alemanes, el muro de Berlín se abrió a la circulación el 9 de noviembre de 1989, con posterioridad a las fugas masivas de ciudadanos de la RDA hacia territorio occidental, que se produjeron a través de Hungría y Checoslovaquia en el verano de ese mismo año. Alemania se reunificó el 3 de octubre de 1990, recobrando su plena soberanía, al quedar definitivamente suprimido el régimen de control político y militar de las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial.
La reunificación alemana tuvo consecuencias en todos los ámbitos de la vida alemana, como la participación alemana en operaciones de la ONU para la imposición de la paz, una actitud más crítica de la contribución de los extranjeros a la vida alemana, y enormes costos para los contribuyentes de los antiguos estados.
La Alemania reunificada conserva tradiciones que se remontan al siglo XIX: el sufragio universal y la estructura parlamentaria, desarrollada en tiempos del Reichstag. Se ha conservado también cierta continuidad espacial: el Tratado Dos más Cuatro, acta fundacional internacional de la Alemania reunificada, reafirmó la solución de la «pequeña Alemania». Los acuerdos establecieron la retirada gradual de las tropas soviéticas de Alemania Oriental con la garantía por parte de la OTAN de no situar fuerzas en el este de la Alemania unificada.[cita requerida]
Desde que en 1950, Robert Schuman, el ministro francés de origen alemán, pronunciara su célebre declaración, ambos países, Francia y Alemania, se consideran el motor de las comunidades europeas que han dado origen a la actual Unión Europea.
Source: https://es.wikipedia.org/wiki/Alemania